¿El fin del mundo? Aún no

¿El fin del mundo? Aún no
La sucesión de fuertes seísmos en los últimos tres meses se deben más a la casualidad que a una causa racionalSERGIO BARBEIRA | Actualizado 13/04/2010 - 17:36 h.
A más de uno le sorprendería la frecuencia con la que se producen terremotos en todo el mundo, incluso de gran magnitud. En lo que llevamos de 2010, los medios de comunicación de todas las partes del globo se han hecho eco de una sucesión imparable de potentes movimientos de tierra, como si se tratara de un anticipo del fin del mundo. El hecho de que los terremotos de los últimos tres meses hayan acabado con la vida de cientos de miles de personas aporta más catastrofismo a esta teoría, pero es solo eso, una teoría.

“Lo sucedido no es más que pura coincidencia”, señala Emilio Carreño, director de la Red Sísmica de España. “En la actual sensación de catastrofismo que tiene la opinión pública influye la velocidad con la que se transmite la información sobre los seísmos, que coincide casi en tiempo real”, explica.

Los habitantes de las Islas Salomón, en el Pacífico, dieron la bienvenida al año nuevo con tres poderosos terremotos de 6.6, 6.8 y 7.1 grados en la escala de Richter. Unos días después, y al otro lado del océano, los californianos se despertaron con un temblor de magnitud 6.5, como si los seísmos estuvieran jugando al tenis. Tan solo pasaron dos días cuando la tierra volvió a temblar con fuerza, y esta vez las consecuencias sí fueron devastadoras. Un terremoto de siete grados en la escala Richter sacudió la capital y los alrededores de Haití, provocando más de 220.000 muertos. La dimensión internacional que alcanzó la tragedia sensibilizó de nuevo al mundo sobre este tipo de desastres naturales, algo que no se vivía desde diciembre de 2004, con el tsunami que barrió varios países del océano Índico, entre ellos Indonesia, dejando a su paso cientos de miles de víctimas mortales. Precisamente la magnitud de la tragedia concedió un mayor protagonismo a los terremotos que vendrían después, incluso a aquellos que en otro momento habrían pasado desapercibidos.